Proyecto 5: Desde la voz de los estudiantes de Grade 1

Brunella Villar

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Este artículo nace de una serie de conversaciones que sostuve con una muestra de estudiantes para conocer, desde su propia voz, cómo vivieron el Proyecto 5 y qué significó para ellos ser parte activa de una experiencia que trascendió el aula.

Desde el primer momento, los estudiantes compartieron que la motivación surgió de una mezcla de curiosidad y preocupación, querían conocer más sobre el mar peruano, pero descubrieron que no se trataba solo de aprender sobre los animales o la biodiversidad, sino de comprender que todo está conectado, y que tenemos frente a la vida marina que muchos dan por sentado. Ellos mismos describieron este inicio como una “misión”, porque sintieron que el mar necesitaba ser cuidado y que había mucho por hacer.

Cuando les pregunté qué fue lo que más les llamó la atención, coincidieron que descubrieron sobre animales que no conocían, de la cadena alimenticia y de lo que aprendieron gracias a la visita de la bióloga marina, a quien llenaron de preguntas. Entendieron que el mar es un sistema diferente y vivo, donde cada elemento, desde las algas hasta los depredadores más grandes, para ellos es su hogar.

Pero nada los sorprendió tanto como la visita a la playa Venecia. Muchos recordaron haber sentido emoción y calma al escuchar las olas, una sensación de paz que se modificó al mirar a su alrededor y darse cuenta del estado real en el que se encontraba la playa. Desde restos de juguetes hasta latas y desechos varios, la imagen de un lugar hermoso pero maltratado los impactó definitivamente. A partir de ese momento, ya no estaban solo aprendiendo, estaban involucrados, afectados y comprometidos.

En sus palabras, una playa bien cuidada es una playa limpia, con agua y arena libres de basura, con tachos a la mano y personas responsables de mantener el orden. Les resultó evidente que muchos de estos elementos no estaban presentes, y que las consecuencias de la contaminación es responsabilidad de las personas y que los animales terminan ingiriendo lo que dejamos o no clasificamos en casa. Fue entonces cuando el proyecto empezó con una misión y se transformó a propósito.

Cuando supieron que podían comunicarse con la municipalidad, varios confesaron haber sentido nervios y emoción. Para ellos, la idea de que una autoridad pudiera ver su trabajo y escuchar su mensaje era algo enorme. Y cuando confirmaron que su voz había llegado al alcalde, surgió un orgullo colectivo. Ese sentimiento se hizo aún más concreto cuando supieron que se habían colocado tachos y carteles en la playa, acciones concretas que ellos reconocieron como resultado de su iniciativa.

Al preguntarles cómo podríamos seguir ayudando, mencionaron que es importante que las personas que van a la playa realmente lean los carteles, de lo contrario, “¿para qué colocarlos?”, mencionó una estudiante, y también que más promociones del colegio continúen desarrollando proyectos que aborden este mismo tema. La reflexión se fue cerrando en que el planeta se llama tierra pero que en realidad hay más mar que tierra, y que no solo el Perú debe cuidar el mar sino el resto de países. “¿Cómo pueden ayudar personas de un país si su país no tiene mar?” – comentó Emma Moreno.
“Qué suerte estar en un colegio que está al frente del mar” – agregó Gael Delgado.


Me quedo con su capacidad de soñar, de reflexionar y con una gran sensación de esperanza. Escucharlos me recordó que las soluciones más significativas nacen cuando los estudiantes sienten que su voz importa, que pueden transformar su entorno y que sus ideas, por más sencillas o imaginativas que parezcan, tienen el poder de iniciar grandes cambios.

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