“Los límites son amor”, esta es una frase que repito una y otra vez a los padres y, francamente, a mí misma cuando trabajo con niños llenos de energía y adolescentes revoltosos y retadores todos los días. En el caos maravilloso y agitado que es vivir en esta época, es fácil olvidar que los límites saludables sirven como piedra angular de desarrollo en la infancia y la adolescencia; ayudan, a dar forma a la percepción que tienen los individuos sobre sí mismos y su relación con un otro; además, es importante tener en cuenta que establecer y mantener estos límites fomenta la resiliencia emocional, la autonomía y la competencia social.

Revisaremos entonces la importancia de establecer límites saludables en la infancia, cómo estos cambian durante la adolescencia e intentaremos dilucidar su impacto multifacético en el crecimiento personal y las dinámicas interpersonales.

Comencemos desde el principio. En la primera infancia, el establecimiento de límites saludables comienza con las respuestas de los cuidadores a las necesidades de los bebés. El cuidado sensible proporciona una base segura para que los niños exploren su entorno sabiendo que pueden buscar consuelo y apoyo cuando sea necesario. A través de interacciones consistentes y atentas, es decir, que respondan a las necesidades reales del niño y no a la ansiedad de los padres, los niños desarrollan un sentido de confianza en sí mismos y en los demás, formando los cimientos de los límites saludables (Bowlby, 1969).

Por Andrea Chávez – Coordinadora del departamento de Psicología

A medida que los niños crecen, los límites necesitan expandirse para abarcar la elección personal, la autonomía y la agencia. Los adultos deben animar a los niños a expresar sus preferencias, afirmar sus necesidades y ayudarles a tomar decisiones apropiadas para su edad con el fin de cultivar un sentido de eficacia personal y empoderamiento (Baumrind, 1971). Además, establecer límites claros y consistentes ayuda a los niños a comprender el comportamiento aceptable y a respetar los límites de otras personas, fomentando la empatía y la cooperación en las interacciones sociales diarias (Dweck y Leggett, 1988).

Durante la adolescencia, el viaje hacia la independencia y la autonomía se intensifica, ya que los adolescentes navegan por las complejidades de la formación de la identidad y las relaciones con los compañeros. Los límites saludables, proporcionados por adultos cariñosos y atentos, desempeñan un papel fundamental en este proceso mientras los adolescentes buscan establecer su independencia manteniendo al mismo tiempo conexiones cercanas con la familia, los amigos y, eventualmente, las parejas románticas. Los adolescentes y adultos jóvenes a menudo experimentan con el establecimiento de límites a través del asertividad, la negociación y las transgresiones a los mismos. Estas experiencias, aunque pueden ser frustrantes para los padres y cuidadores, sirven como oportunidades de aprendizaje cruciales, permitiendo a los adolescentes discernir sus niveles de comodidad, afirmar sus necesidades y navegar conflictos interpersonales de manera efectiva (Smetana et al., 2006). Además, los límites saludables protegen a los adolescentes de la coerción, la presión de grupo y los comportamientos riesgosos, promoviendo así el respeto propio y la resiliencia ante los desafíos o frustraciones (Grolnick y Ryan, 1989).

¿Y qué pasa con la relación entre límites saludables y dinámicas interpersonales? Bueno, sabemos que los límites claros, afectuosos y consistentes son esenciales para fomentar relaciones respetuosas y satisfactorias a lo largo de la infancia y la adolescencia. Estos se traducen en la posibilidad de reconocer y respetar los límites de los demás, permitiendo al individuo cultivar confianza, intimidad y respeto mutuo en sus interacciones. Por el contrario, descuidar o ignorar los límites puede llevar a malentendidos, conflictos y angustia emocional innecesaria, socavando los cimientos mismos de las relaciones saludables.

Una variable que sabemos juega un papel central en el mantenimiento de los límites es la comunicación efectiva, ya que permite a las personas expresar sus necesidades, preferencias y límites de manera asertiva y respetuosa (Burgoon et al., 1995). La escucha activa, la empatía y la validación mejoran la comprensión y promueven la resolución colaborativa de problemas, fomentando relaciones armoniosas basadas en la confianza y la empatía (Gottman et al., 2016).

¿Y qué hay de los desafíos? Establecer y mantener límites saludables no es una tarea fácil, requiere consistencia en una época en la que la presión de grupo, la influencia de las redes sociales y las expectativas familiares pueden plantear obstáculos significativos. Además, las experiencias de trauma, negligencia o abuso pueden interferir en la capacidad de las personas para reconocer y afirmar sus propios límites, comprometiendo su bienestar emocional y sus relaciones interpersonales. La importancia de los límites saludables puede variar según el contexto cultural y contextual, influenciada por factores como las normas culturales, el estatus socioeconómico y las dinámicas familiares. Mientras que algunas culturas enfatizan el colectivismo y la interdependencia, otras priorizan el individualismo y la autonomía personal. Por lo tanto, promover la humildad y sensibilidad cultural es esencial para apoyar las diversas necesidades y preferencias de límites de las personas. Además, la era digital ha introducido nuevos desafíos para la gestión de límites, ya que las interacciones en línea difuminan la distinción entre esferas públicas y privadas. Educar a niños y adolescentes sobre alfabetización digital, consentimiento y seguridad en línea les proporciona las herramientas para navegar de manera responsable por los espacios virtuales y afirmar sus límites en el ámbito digital. Todo lo anterior suena un poco aterrador, pero debemos recordar que la resiliencia está en el corazón del desarrollo de límites, permitiendo a las personas recuperarse de la adversidad y cultivar patrones más saludables de relación con los demás. Relaciones bien establecidas y de apoyo, intervenciones terapéuticas y autoconciencia empoderan a las personas para sanar heridas pasadas, fortalecer su autoestima y afirmar sus límites con confianza y claridad (Masten, 2001).

En conclusión, los límites saludables son fundamentales para el desarrollo en la infancia y la adolescencia, dando forma al sentido de sí mismos, las relaciones y el bienestar de los individuos. Al fomentar la autonomía, la empatía y la resiliencia, los límites saludables capacitan a las personas para navegar las complejidades de la vida con confianza e integridad. Como cuidadores, educadores y sociedad en general, es nuestra responsabilidad colectiva fomentar entornos que honren y sostengan la importancia de los límites saludables, sentando las bases para una comunidad próspera e interconectada.