Alexandra Lira – Docente de primaria

Hace poco, los estudiantes de segundo grado vivieron una experiencia única que combina
aprendizaje, creatividad y compromiso ambiental. Inspirados por una visita al parque “Voces por el
Clima”, donde exploraron una planta de reciclaje y reflexionaron sobre el impacto de la
contaminación, los niños y niñas se embarcaron en un proyecto que transformó e impactó en su
compromiso con su comunidad escolar: la creación de un jardín vertical en la escuela.
Durante la visita, los estudiantes observaron cómo los residuos pueden convertirse en recursos
útiles si se gestionan de manera adecuada. Esto despertó preguntas como: ¿Cómo podemos
contribuir desde nuestra escuela para cuidar el medio ambiente? Motivados por estas inquietudes,
comenzaron a planificar el jardín, integrando reciclaje y tecnología innovadora en su diseño. Con el
apoyo de sus docentes y familias, los estudiantes recolectaron materiales reciclables como botellas
plásticas y madera para construir la estructura. Además, diseñaron un sistema de riego por goteo, lo
que permitió optimizar el uso del agua y cuidar las plantas con eficiencia.
Catalina, una de las alumnas, compartió: “Me gustó mucho usar las botellas para el jardín.
Ahora sé que puedo volver a usar las botellas para hacer algo que mejore el mundo.” Por su
parte, Luciano añadió: “Aprendí que el agua es muy importante y que podemos ahorrarla con
este jardín.”
El jardín vertical pasó de ser una experiencia a convertirse en un espacio de aprendizaje
comunitario. En él, los estudiantes han comenzado a plantar diferentes semillas mientras ponen en
práctica valores como la responsabilidad, el trabajo en equipo y la creatividad. Esta experiencia les
permitió conectar conceptos vistos en clase, como el cuidado del agua y la biodiversidad, con
acciones prácticas y significativas.
Este proyecto destaca por su enfoque contextualizado: los niños no solo aprendieron sobre
sostenibilidad, sino que se convirtieron en agentes de cambio en su comunidad escolar. Esta
iniciativa demuestra que, desde temprana edad, los estudiantes pueden marcar la diferencia y
contribuir a un mundo más sostenible.
Este jardín vertical no es solo un logro visual y ecológico, sino también una lección invaluable sobre
cómo el compromiso y la creatividad pueden transformar ideas en acciones concretas.